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lunes, septiembre 27, 2004
.:: Música, libro de la semana y de poco un todo ::.  
Hace algunos muchos años, si lo pienso un poco son más años que la mitad de mi vida, pero no me gusta mucho pensar en la cantidad sino en aquella situación. Por eso a veces no me permito pensar demasiado en términos matemáticos, las fórmulas sólo existen exactas en el papel, sino pregúntenle al Columbia y al servicio meteorológico local. Decía, hace algunos muchos años caminaba por Florida (calle peatonal en el centro de Buenos Aires) y entré en una nueva disquería de la época, no era tan nueva pero, por lo menos, era la única que llevaba ese nombre, Musimundo, luego se extendió a todos los rincones de Argentina cual Mc Donalds. Sí, entre allí porque siempre que pasaba por la puerta entraba, porque tenía muchos discos y casetes y no había vendedor que se me acercara para preguntarme si me podía ayudar en algo. Siempre los odié a esos cultores de la solidaridad interesada (confieso que a los de solidaridad desinteresada, de acuerdo con el tipo de solidaridad, también los desprecié más de una vez, mucho más de una), me hace sentir incómodo que cuando estoy en algún espacio haciendo esa investigación de consumidor compulsivo de primer mundo (eso era con la música y los libros, por lo menos antes de que existiera internet), mirando y comparando, se me acerque aquel "cara feliz" (confieso que a veces no tan feliz) a preguntarme con esa sonrisa dibujada con crayón de algún primario trasnochado "¿puedo ayudarte en algo?". "No gracias, sólo estoy mirando". Pero lo peor acontece cuando se quedan al lado mirando mis movimientos, y peor aún cuando me siguen, y lo peor halla su apogeo cuando emiten comentarios acerca de lo que miro.

Esa situación se repitió a lo largo de toda mi vida, hasta la intolerancia, inclusive en alguna feria de pescadores aquí en Brasil. Hoy, elijo la retirada ante algún acercamiento, ¿será que ese método funciona con alguien? Supongo que sí, de lo que no tengo dudas es de que me irrita, y mucho.

Decía, entre allí porque tenía muchos discos y casetes y no había vendedor que se me acercara para preguntarme si podía ayudarme en algo, punto decisivo, y en aquellos días, ese adolescente que comenzaba a hacer culto de la música como un modo de vida, influenciado por aquellos próceres que tocaban de forma maravillosa su instrumento de culto (la guitarra) se decidió por llevar un casete en oferta, de aquellos de colección "Los grandes del jazz" o algo parecido, por cinco pesos, aquella grabación de Carmen McRae, pero sólo porque tocaba Joe Pass (guitarrista de jazz (QEPD)), sólo por eso, ¿cómo iba a escuchar algún tipo de música en la que no hubiera una guitarra jazzística que acompañara o participara de la escena?, el objetivo era ese, influenciarse por aquellos maestros para, a través de ello, intentar conseguir una mejor performance en alguna próxima actuación.

Cada vez que hacía alguna adquisición de ese tenor (música o literatura), ya en el viaje de vuelta en el subte (metro) me dejaba llevar por el entusiasmo y abría todos los paquetes, leía los comentarios, los nombres de los músicos participantes, la duración de los temas, (los prólogos y resúmenes o mini biografías de las solapas en caso de libros) y no veía el momento de llegar a mi lugar para poder disfrutar en un todo aquello de lo que me había apropiado por poco dinero (fueron muy pocas veces las que gasté lo normal que gastaría algún hijo de vecino, no por ideología, sino por falta de mérito, la mayoría de las cosas interesantes las conseguía en "El Atril" pirateadas en casetes; perdérmelo jamás fue una solución).

Lo que puedo decir al respecto, es que ese disco, y aún yendo más lejos, ese tema "Inside a Silent Tear" que presentamos esta semana en S&D, marcó en mí un antes y un después. ¿Por qué? Porque a partir de aquella vez que lo escuché por primera vez se inició un proceso de desinterés por la guitarra y comenzó otro de verdadero interés por la música. La voz y la onda de Carmen McRae fueron los propulsores de aquel motor interno creador que aún no había podido encenderse de otra manera. Por eso el respeto y la admiración, y después dicen que las brujas no existen, claro que existen, y McRae es una hechicera demoníaca, si la inquisición hubiere tomado cuenta en su caso hubiera ardido sin soslayo.




El otro asunto que nos trae a esta reunión es el libro de Sigmund: "Moisés y la religión monoteísta". A pesar de que leí otros libros excelentes de Sigmund (otro recomendado es "Totem y tabú") elegí este por ser uno de los pocos en que Freud se convierte en un ensayista que, si bien bordea, no llega a relacionar de lleno ni la psicología ni el psicoanálisis. Pero Freud en esta oportunidad, no fue cualquier ensayista, reveamos un poco el ambiente de acuerdo con uno de los introductores de la publicación:

Es muy probable que al lector de "Moisés y la religión monoteísta" lo impresione en primer lugar una cierta heterodoxia y aun excentricidad en su construcción: tres ensayos de muy distinta extensión, dos "advertencias" a comienzos del tercero y un "resumen" situado en la mitad de ese mismo ensayo, recapitulaciones y repeticiones continuas: esta clase de irregularidades son desconocidas en otros escritos de Freud y él mismo lo señala y se disculpa por ello más de una vez. ¿A qué atribuirlo? Sin duda, a las circunstancias en que fue redactada la obra: el largo período (cuatro años o más) durante el cual se la sometió a una constante revisión y las agudas dificultades externas de la fase final, cuando Austria vivió una serie de perturbaciones políticas que culminaron con la ocupación de Viena por los nazis y la forzada migración de Freud a Inglaterra. Que todas estas influencias sólo dejarían huella en el ámbito limitado y temporario de este único trabajo lo demuestra, de manera muy concluyente, la obra que le siguió de inmediato, Esquema del Psicoanálisis, la cual se halla entre las más concisas y mejor organizadas de Freud.

Introducción de James Strachey-

AE T XXIII pág 4/5.


De la misma fuente, sigamos un poco en la cronología que desemboca en la publicación de los ensayos:

1910 en adelante- El Psicoanálisis es reconocido como un importante legado de Freud, un judío, a la cultura humana.
1913- Tótem y Tabú.- El parricidio. La rebelión de la escuela de Zurich
1923- Primera intervención quirúrgica (Nota de S&D: Freud tenía un cancer en la boca que aún no había sido descubierto). ¿Lesión precancerosa?
1933- El nazismo llega al poder en Alemania. Queman sus libros.
1934- Freud produce el manuscrito de Moisés, que no publica.
1936- En la última intervención, el diagnóstico es cáncer, sin duda.
1938- 'Anschluss', la anexión de Austria a la Alemania nazi. Freud es convencido y ayudado a dejar Viena, tras 79 años.
1938- Yahuda visita a Freud a su llegada a Londres y le comenta que Ernst Sellin había sugerido en 1922 que Moisés fue asesinado. "El profesor Yahuda, versado historiador judío, (en esa visita) rogó a Freud que no publicara su libro sobre Moisés".


Un pequeño fragmento del primer ensayo:

Lo primero que atrae nuestro interés en la persona de Moisés es precisamente su nombre, que en hebreo reza Mosche. Bien podemos preguntarnos: ¿De dónde procede este nombre; qué significa? Como se sabe, ya el relato del Éxodo, en su segundo capítulo, nos ofrece una respuesta. Nárrase allí que la princesa egipcia, cuando rescató al niño de las aguas del Nilo, le dio aquel nombre con el siguiente fundamento etimológico: «Pues yo lo saqué de las aguas.» Mas esta explicación es a todas luces insuficiente. Un autor de Jüdisches Lexikon opina así: «La interpretación bíblica del nombre -el que fue sacado de las aguas- es mera etimología popular, y ya la forma hebrea activa (Mosche podría significar, a lo sumo: el que saca de las aguas) está en pleno desacuerdo con ella.» Podemos apoyar esta refutación con dos nuevos argumentos: ante todo, sería absurdo atribuir a una princesa egipcia una derivación del nombre sobre la base de la etimología hebrea; por otra parte, las aguas de las que se sacó al niño no fueron, con toda probabilidad, las del Nilo.

En cambio, desde hace mucho tiempo y por diversos conductos se ha expresado la presunción de que el nombre Moisés procedería del léxico egipcio. En lugar de mencionar a todos los autores que se han manifestado en este sentido, citaré la traducción del pasaje correspondiente de un nuevo libro de J. H. Breasted , autor a cuya History of Egypt (1906) se concede la mayor autoridad: «Es notable que su nombre, Moisés, sea egipcio. No es sino el término egipcio «mose» (que significa «niño») y representa una abreviación de nombres más complejos, como, por ejemplo, «Amen-mose», es decir, «niño de Amon», o «Ptah-mose», «niño de Ptah», nombres que a su vez son abreviaciones de apelativos más largos: «Amon (ha dado un) niño», o «Ptah (ha dado un) niño». El nombre abreviado «Niño» se convirtió pronto en un sustituto cómodo para el complicado nombre completo, de modo que la forma nominal Mose se encuentra con cierta frecuencia en los monumentos egipcios. El padre de Moisés seguramente había dado a su hijo un nombre compuesto con Ptah o Amon, y en el curso de la vida diaria el patronímico divino cayó gradualmente en olvido, hasta que el niño fue llamado simplemente Mose. (La «s» final de Moisés procede de la traducción griega del Antiguo Testamento. Tampoco ella pertenece a la lengua hebrea, donde el nombre se escribe Mosheh.)». He citado textualmente este pasaje, pero no estoy dispuesto a asumir la responsabilidad por todas sus partes. Además, me asombra un tanto que Breasted haya omitido en su enumeración precisamente los nombres teofóricos similares que se encuentran en la lista de los reyes egipcios, como, por ejemplo, Ah-mose, Thut-mose (Totmés) y Ra-mose (Ramsés).

Ahora bien: cabría esperar que alguno de los muchos autores que reconocieron el origen egipcio del nombre de Moisés también llegase a la conclusión -o por lo menos planteara la posibilidad- de que el propio portador de un nombre egipcio fuese a su vez egipcio. Cuando nos referimos a épocas modernas no vacilamos en adoptar semejante conclusión, pese a que actualmente una persona ya no lleva un solo nombre, sino dos -el de pila y el apellido- y aunque no son nada raras las modificaciones y asimilaciones de los nombres bajo la influencia de circunstancias exteriores. Así, no nos extrañamos al comprobar que el poeta alemán Chamisso es de origen francés, que Napoleón Buonaparte, en cambio, es italiano, y que Benjamín Disraeli es efectivamente un judío italiano, como su nombre permite sospechar. Cabe suponer que en épocas pretéritas y arcaicas semejante deducción de la nacionalidad a partir del nombre debería ser mucho más fidedigna y aún imperativa. Sin embargo, en la medida de mis conocimientos, ningún historiador ha derivado esta conclusión en el caso de Moisés, ni tampoco lo hizo ninguno de aquellos que, como Breasted, están dispuestos a aceptar que Moisés «estaba familiarizado con toda la sabiduría de los egipcios».

No podemos establecer con seguridad qué obstáculos se opusieron a tan justificada deducción. Quizá fuese insuperable el respeto ante la tradición bíblica; quizá pareciera demasiado monstruosa la idea de que el hombre Moisés hubiese sido otra cosa, sino un hebreo. En todo caso, comprobamos que la aceptación del carácter egipcio de su nombre no es considerada como decisiva para juzgar sobre el origen de Moisés, es decir, que nada se deduce de ella. Si concedemos alguna importancia al problema de la nacionalidad de este gran hombre, sin duda convendrá aducir nuevo material que facilite su solución.




En vuestras manos. Hasta mañana.

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# escrito por drádego @ 21:18
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