Después de proponerlo por teléfono y de una cancelación debida o achacada a la lluvia vino a almorzar mi amigo, escritor y periodista, como de costumbre obsesionado por el tema de la melancolía y la depresión, que se propone a sí mismo como fondo de una novela, de un cuento, de algo que no dejó muy preciso. Naturalmente, nos referimos a Robert Burton y su Anatomía de la melancolía, y yo recordé a Tristram Shandy y a Yorick y al Laurence Sterne del Viaje sentimental, pues por supuesto hablamos también de viajes y de otros países, lejanos y cercanos. Le entrego la cuartilla que me había pedido para un sondeo con la cuestión de por qué un escritor deja de escribir, o un pintor de pintar, etcétera.
El asunto da para más de una cuartilla, pero parece ser que ésa es en la actualidad la medida ideal, según los encuestadores, para responder a cualquier pregunta sobre no importa lo que sea. Por pura casualidad, hoy mismo había contestado, dentro de la misma medida, otra de los Cahiers du Monde Hispanique et Luso Brésilien (Caravelle), de la Universidad de Toulouse, sobre en qué forma han influido en mí las circunstancias sociales, culturales y políticas en que vivo o he vivido, para responder lo cual había tardado mes y medio. Más interesante me parece el otro cuestionamiento: ¿Qué hace que uno deje de pronto y para siempre de escribir, de pintar o de componer música? A esto contesté pronto y sin vacilaciones y razonada y claramente, como siempre lo hace uno cuando responde a una pregunta cuya respuesta no existe.
(10 de diciembre)
Posted by: Augusto Monterroso
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por drádego @ 20:06 |