Nunca seré madre, decía. Claro, su nombre era Edgardo, jamás hubiera cabido esa posibilidad. Cuando ella, su mujer, supo que había quedado embarazada lo llamó al trabajo llorando, tenía miedo de la reacción de su compañero. Edgardo no estaba bien, hacía algunos días lo había atropellado un auto y había volado unos cuantos metros por el aire. Por suerte no había pasado a mayores (algunos rasguños y un pantalón destrozado por el asfalto), pero luego de escapar cuatro veces de la muerte (las otras tres se contarán en alguna otra oportunidad si es que surge) se sentía un gato y estaba un poco deprimido y pensativo. Recibió la noticia tranquilo, fue sorpresiva e increíble, la ficha estaba muy lejos de caer, en aquel momento tranquilizó a la mujer y le dijo que no se hiciera problema, que estaba todo bien, que no llorara y que supiera que así como vino, iban a llevarlo para adelante. En realidad ahí trazó un paralelo entre el día que había sido atropellado, con la gestación, es que coincidían. La intención no es concluir con un carácter místico de estos hechos tan disímiles y arbitrarios, es la pésima costumbre que tiene el ser humano de relacionar todo, por ejemplo, podría haber sido un cachetazo metafórico de dios, si ahogó a todo el planeta con el diluvio universal para ilustrar una advertencia, por qué no iba a hacer atropellar por un auto a un incauto: “Despiértate maldito despreciable! Una vida te espera ahora y aún pareces un adolescente, a ver cuándo llevarás la vida como algo serio”.
No sé si Edgardo maduró aún, creo que no (en realidad supongo que no lo hará nunca), lo único que espera es que dios no haga una actualización del castigo de un auto para un camión (de cualquier manera le quedan tres vidas, pero no es como para andar gastándolas todos los días, aún –toca madera- “le quedan muchos años por delante”).
Lo último que puedo decirles es que la mujer (en general), diosa de las divinidades, fue bendecida por la naturaleza a través de la posibilidad de gestar, y que Edgardo, con un orgullo inflamado, les desea a todas las mujeres del mundo (que aún no fueron gestantes), que cuando la naturaleza alguna vez las bendiga con un hijo, puedan ser miradas por él de la misma manera que Enzo mira a Rosana, su madre.
[¿Mail?]
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por drádego @ 11:57 |
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